La pandemia hizo que pasáramos más tiempo en casa. Para muchas personas eso significó más tiempo para hacer lo que les gusta o para descubrir nuevos hobbies. Por ejemplo, ¿sabían que, según Facebook, durante la cuarentena aumentaron las búsquedas de recetas de pan casero y de tips de jardinería?
Pero para muchas otras personas, ese tiempo de aislamiento se transformó en ansiedad, malestar e incluso depresión. Organismos referentes como Unicef alertaron sobre cómo ese distanciamiento y la falta de contacto con los pares afectó especialmente a chicos/as y adolescentes.
Un artículo del diario La Nación da cuenta de cómo a partir de la cuarentena también hubo un alarmante aumento de casos de desórdenes y de trastornos de la alimentación en esas edades. En la nota, la psicóloga especializada en el tema, Alicia Alemán, explicó que los chicos fueron “condenados a cambiar su estilo de vida y, como eso se sostuvo en el tiempo, se transformó en desmotivación”. Alertó que “Detrás de la explosión de casos hay familias agotadas y desbordadas por la nueva normalidad.”
¿Y qué puede hacer la Educación Alimentaria?
Como los trastornos de la alimentación tienen múltiples causas y factores, también requieren abordajes que involucren diferentes disciplinas. En ese trabajo articulado, la Educación Alimentaria y Nutricional (EAN) puede cumplir un papel fundamental.
Sabemos que la EAN no implica solo transmitir información sino que involucra las motivaciones, las actitudes y las conductas de las personas. También nos ayuda a reflexionar sobre nuestros hábitos y a estar más conscientes de nuestras señales de hambre y saciedad.
Por eso, se transforma en una herramienta vital para estos tiempos. A través de acciones de EAN, será más fácil:
-
Favorecer un aprendizaje vivencial y lúdico que permita internalizar los mensajes.
Por ejemplo: todos sabemos que es bueno comer frutas y verduras a lo largo del día, pero… ¿y si, como adultos, en vez de solo decirle a los chicos que les hace bien, nos convertimos en modelo de rol y planificamos comprar, cocinar y que nos vean comer platos con más verduras y frutas? Si los comemos y los ofrecemos de diferentes formas, ellos van a “copiarnos” y se animarán a probar nuevas preparaciones.
-
Motivar a chicos y grandes a ponerse en movimiento.
¿Qué tal si dejamos zapatillas y ropa cómoda a mano y cada uno elige su música favorita que nos haga movernos o bailar un rato? Podemos turnarnos para proponer movimientos, ejercicios o coreografías y comenzar con dos bloques de 15 minutos en diferentes momentos del día.
-
Concientizar sobre una correcta hidratación
Sabemos que lo mejor para hidratarnos es el agua segura, pero también podemos motivarnos a efectivamente cumplir con la recomendación de beber 8 vasos diarios. ¿Y si hacemos un calendario para pegar en la heladera y vamos anotando o dibujando cada vez que completamos un vaso? ¡A ver cuántos vasos sumó cada integrante de la familia al final del día!
-
Modificar el entorno por uno más saludable, desde la cocina de casa hasta la sala del jardín o el aula de la escuela.
Por ejemplo, ¿qué tal si reutilizamos plásticos, envases y papeles para crear nuestras propias obras de arte que dejen mensajes saludables y colgarlas para hacer que hasta las paredes comuniquen salud?
La pandemia nos hizo cambiar muchos hábitos; hagamos un esfuerzo por cambiarlos nosotros por aquellos que nos brinden mayor bienestar.
En la medida de lo posible, tratemos de tomarnos un tiempo para cocinar más saludable, para compartir los alimentos en un clima tranquilo que nos permita hablar de nuestras emociones, de armar una rutina que nos deje un tiempo para movernos, descansar y compartir.
¡Cada pequeño cambio cuenta!
Tenemos disponibles diferentes recursos para motivar a chicos y grandes y colaborar con docentes, nutricionistas, cocineros/as y madres y padres para ponernos en acción por el cuidado de la alimentación y la salud.